El otro día llegó un sobrino a pedirme que si lo dejaba ir un día a
la semana a mi restaurante porque quería aprender a cocinar. “No —le
dije—, aprendes a cocinar en tu casa o en una escuela. A una cocina
profesional te metes a aprender el oficio”. Le sugerí se comprara un
texto general, de los que usan en cualquier escuela, y que lo abordara
en su casa, sin prisa y siguiendo prontamente las instrucciones. Esto es
una buena señal: estamos en un momento muy impetuoso con esto de la
cocina y los vinos, y el que esté de moda es signo y síntoma de un
interés por percibir la vida cotidiana desde un ángulo que considera la
cocina como algo más que un divertimento antes reservado a las amas de
casa aburridas y enchufadas a la telenovela de la tarde, o al concurso
tontísimo de preguntas y respuestas para retrasados mentales. El hecho
de que cualquier tipo de gente ya entienda el cocinar y comer como una
actividad digna de ser practicada como un hobby nos pone en la
senda de evolución correcta: no sirve de nada tener restaurantes
chingones y cocineros súper estrellas si la cocina no está siendo
practicada desde el estrato cotidiano y por el común de la gente.
El fenómeno gastronómico, abordado desde la trinchera del comerciante
que detecta negocio en el asunto, compromete esfuerzo y dinero en
lanzar campañas promocionales e introducir sus productos; algunos venden
la cocina como algo divertido, otros como tema saludable y otros más
como una actividad fácil. No importa con qué excusa se venda, lo
importante es promover la chingada cocina y punto. Me canso de decir lo
imperioso que es modificar nuestro estilo de vida y de agendarlo
alrededor de una saludable rutina de cocina y consumo con familia y
amigos, también tomando en cuenta la relación que tiene lo que cocinamos
y comemos con el medio ambiente y la interacción económica y social con
los productores menores e independientes, sobre todo los que manejan
productos orgánicos. Cocinar y comer es una compleja red de
codependencias: no es sólo meterse un taco a la boca, hacer un buche de
Coca Cola y eructar. También es pasión y amor por la vida. Cierto, la
cocina es mucho más que meterse a un cuarto con una estufa y un par de
ollas, pero este laboratorio es la base desde donde se empieza a
apreciar la vida en un contexto más orgánico, creativo y estimulante. La
cocina es una actividad fundamental para construir y mantener nuestra
civilización. Yo le recomiendo que vaya a una librería, compre el o los
libros que más le llamen la atención y procure cocinar lo más seguido
posible. No es cualquier cosa: su calidad de vida va a aumentar
considerablemente. Insisto: la percepción popular de la cocina ya no es
la misma de hace unos años, ya que la actividad se ha integrado a otras
áreas como la antropología, la sociología y el diseño industrial para
transformarse en una actividad compleja auxiliada por influencias
multidisciplinarias. Las consecuencias de esto se verán en algunos años:
va a transformarnos de manera profunda. No exagero.
La cocina no es sólo asunto de señoras, cocineros o de gente que se autodenomina sibarita o bon vivant:
ya es cosa de todos y aquí no hay aficionados excéntricos. Usted, que
tiene interés por la cocina y no sabe nada, es la base de este ímpetu;
usted representa una fuerza tremenda de práctica y consumo. Éntrele,
póngase a cocinar. Y si se atora, pregunte: los profesionales le
ayudamos cuando quiera.
por: el chef. adrian herrera "la fonda san francisco"
http://fondasanfrancisco.tumblr.com/
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